El Carmelo

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– La leyenda carmelitana.

Aunque los bolandistas la refutaron en 1675, la Orden Carmelitana siempre se vanaglorió de remontar su fundación a los tiempos bíblicos. Esta leyenda supone todo un contrasentido, pues ello hubiera supuesto su existencia antes del mismo Cristianismo. En su fantasiosa búsqueda de prestigio, los Carmelitas situaban sus orígenes en el Antiguo Testamento: nada menos que en el siglo X antes de Cristo, al defender que había sido el profeta Elías quien había dictado la regla seguida por su discípulo Eliseo y los ascetas del Carmelo sobre la llanura del Esdrelón.

Pero no quedaba ahí la cosa, por cuanto a esta supuesta ‘congregación carmelita’ primitiva habrían pertenecido San Juan Bautista, el apóstol San Andrés e incluso la Virgen, en cuyo honor se había construido un oratorio en la cima del Monte Carmelo. Según Juan de Cartagena, Pedro Tomás Saraceno y otros autores carmelitas, estos ‘monjes’ seguidores de Elías todavía existían en los tiempos evangélicos, cuando bajaron del Monte Carmelo para extenderse por Galilea, Samaria y Judea, aportando el magisterio de su vida religiosa. Siempre a partir de estas opiniones sin fundamento histórico, San Juan Bautista fue uno de estos ‘carmelitas’ que vivió rodeado de discípulos. Algunos de ellos eran hombres ilustrados como San Andrés, hermano de San Pedro, que más tarde fue apóstol y “pescador de hombres” al abrazar la fe de Cristo, lo que explica su alta consideración en los programas iconográficos carmelitanos.

Además de San Andrés, Silas (futuro compañero de San Pablo) y otros `carmelitas´ de este tiempo también se convirtieron en discípulos de Cristo después de la muerte de San Juan Bautista y se unieron a los Apóstoles el día siguiente de Pentecostés. Por si todo ello no fuese suficiente, los Carmelitas defendían que la propia Virgen fundó en Jerusalén un monasterio con ciento cincuenta mujeres con las que vivió y a las que dio la regla del profeta Elías y, por eso, Ella misma les llamaba “mis hermanos”. También afirmaban que San Antonio Abad y San Pablo Ermitaño habrían estado vinculados al Carmelo, extendiendo la regla por tierras de Egipto. La falsificación histórica de sus orígenes les movió igualmente a considerar a Luis IX de Francia el artífice de la implantación de la Orden en Europa, al favorecer su traslado desde tierras de Palestina a raíz de las Cruzadas. Sin embargo, el jesuita Daniel Papebroeck demostraría la verdad histórica que sitúa los orígenes reales de la Orden Carmelitana en el siglo XII y reconoce en Berthold su primer Padre General, no sin polémica por parte de los interesados.

Efectivamente fue en 1187 cuando algunos penitentes peregrinos provenientes de Europa se establecieron junto a la “Fuente de Elías”, en el Monte Carmelo, para vivir de forma eremítica a imitación del profeta Elías. Habiendo construido una pequeña iglesia en medio de las celdas, la dedicaron a la Virgen, adoptando en su honor el nombre de “Hermanos de Santa María del Monte Carmelo”. Para obtener una cierta estabilidad jurídica, este grupo de ermitaños se dirigió al Patriarca de Jerusalén, Alberto Avogadro, que redactó para ellos una norma de vida conforme a su propósito entre 1206-1214. La existencia de esta normativa ayudó y contribuyó decisivamente al proceso de transformación del grupo en una Orden Religiosa, con la aprobación definitiva de la Regla por Inocencio IV en 1247. Fue entonces cuando los Carmelitas quedaron inscritos dentro del número de las Ordenes Mendicantes.

Sin embargo ya desde algunos años antes, en 1235, los frailes comenzaron a abandonar el Carmelo y regresaron a sus países de origen en Europa, como consecuencia de las incursiones de los sarracenos para recuperar los territorios conquistados por los cruzados.

De todas formas, es innegable la vigencia de una tradición histórica que une la memoria del monte Carmelo en Palestina a la Orden Religiosa que toma su nombre del mismo. Como recuerda el I Libro de los Reyes, fue allí donde el profeta Elías luchó solo contra los cuatrocientos cincuenta sacerdotes de Baal para demostrar la verdadera fe en el Dios de Israel.8 También sería en este lugar donde el mismo Profeta y Acab vieron aparecer “una nubecilla como la palma de la mano de un hombre que sube del mar”, portadora de la lluvia que dio nuevamente la vida después de la sequía. Desde entonces, el monte Carmelo fue considerado el jardín floreciente de Palestina y todo un símbolo de fertilidad y belleza. Karmel o Al-Karem, de hecho, significa «jardín»; y, por eso mismo, la iconografía carmelitana interpretó en la nube que trae la lluvia para regar la tierra una visión de María que trajo al mundo su salvación en Cristo.

En este sentido, la obsesión carmelitana por considerar a Elías como su presunto fundador también les movió a adoptar sus palabras como lema de la Orden: Zelo zelatus sum pro Domino Deo exercituum (“Ardo de celo por el Señor, Dios de los Ejércitos”). Del mismo modo, cuando en 1499 aparece por primera vez el escudo carmelitano en la cubierta de un libro sobre la vida de San Alberto carmelita lo hace con cinco elementos inequívocos: una montaña estilizada con las laderas redondeadas y proyectada hacia el cielo referida al Monte Carmelo, tres estrellas de seis puntas (una de plata en el centro de la montaña y dos de oro sobre el fondo blanco, a derecha e izquierda de la montaña), una corona de oro que representa el Reino de Dios, el brazo de Elías empuñando una espada de fuego y una cinta con la referida inscripción y doce estrellas alusivas al carisma mariano de la Orden.

– Los temas iconográficos carmelitanos.

La iconografía de la Orden carmelitana participa de los mismos objetivos que las diferentes Órdenes Religiosas tuvieron al promover imágenes para sus iglesias y conventos. Un nexo común entre la iconografía de todas ellas es divulgar a través de la creación artística una serie de temas de gran alcance propagandístico, que las indujo a alabarse a sí mismas explicando al público sus aportaciones a la Iglesia Universal. De paso, las representaciones iconográficas dejan sentada la presunta ‘superioridad’ de cada Orden sobre sus restantes ‘competidoras’. Para conseguir este propósito, nada mejor que exponerlo visualmente a través de una galería de sucesos y personajes emblemáticos que exaltan el espíritu y el carisma singular de la Orden en cuestión. Los retablos, los ciclos pictóricos y las series de grabados fueron las herramientas utilizadas para conseguirlo, dejando de manifiesto la eficacia comunicativa, persuasiva, didáctica y catequética del Arte.

Con independencia de los temas artísticos centrados en una serie de personajes emblemáticos para el Carmen Calzado y el Carmen Descalzo, en devociones muy concretas o bien en una serie de asuntos alegóricos, la Virgen y las escenas relacionadas con Ella son las grandes protagonistas de la iconografía carmelitana. Máxime, cuando ya hemos señalado antes la convicción de la Orden de que la misma María había sido prefigurada en el Antiguo Testamento bajo la forma de la nubecilla divisada por Acab, a indicación de Elías, desde la cumbre del monte Carmelo.

La unión con la Divinidad es uno de los grandes sueños del Barroco. La importancia de señalar la presencia de lo sobrenatural en el devenir terreno es uno de los factores que explican el auge del tema de la Entrega del Escapulario, con el que los Carmelitas prometían a los fieles unos beneficios espirituales semejantes a los ofrecidos por los Dominicos con el rosario, los Agustinos con la correa y los Franciscanos con el cordón de San Francisco. La versión más antigua de la historia se encuentra en el Flos Carmeli o Catálogo de los santos carmelitas, incluido en el Viridarium compuesto entre 1413-1426, por el Prior General Juan Grossi.

Según esta tradición literaria, un día incierto de 1251, para algunos el 16 de julio, la Virgen se apareció a San Simón Stock, sexto General de la Orden desde 1247, en el monasterio carmelita de Aylesford, Kent, (según otras fuentes en Cambridge) en Inglaterra, haciéndole entrega del Escapulario con la virtud de librar de las penas del infierno a quien lo llevara y asegurándole la pervivencia de la Orden “mientras fluyan las olas del mar y el sol siga su curso por el espacio”. Con este regalo, María correspondía a los insistentes ruegos de San Simón Stock, quien una y otra vez le suplicaba fervientemente: “Flor del Carmelo/viña florida,/esplendor del Cielo/Virgen fecunda,/singular./¡Oh Madre tierna,/intacta de hombre,/a los Carmelitas/da privilegios!/¡Estrella del Mar!”.

Sin cuestionar la leyenda religiosa, la realidad histórica fue bien distinta y está ligada al difícil establecimiento de la Orden en Europa, dado que los Carmelitas sufrían muchas persecuciones por la oposición de las restantes Órdenes Religiosas a su establecimiento en pueblos y ciudades. Este duro panorama llevó a San Simón Stock a propagar el relato de la presunta aparición de la Virgen de la que él mismo habría sido testigo. Su intención era probar que tanto Ella como Dios estaban con los Carmelitas, difundiéndose desde entonces la devoción al Escapulario con un éxito espectacular. En 1272, los Carmelitas llegaban a España.

De esta historia, se derivan varios asuntos iconográficos carmelitanos:

  1. San Simón Stock recibe el Escapulario de manos de la Virgen, prometiéndole el abrigo del fuego eterno para quien lo portase: Hoc erit signum tibi et cunctis Carmelitis quod in hoc pie moriens aeternum non patietur incendium (“Éste será el privilegio para ti y para todos los Carmelitas: que el que muera con él no padecerá el fuego eterno”).
  2. La Bula Sabatina, esto es el privilegio concedido por la Virgen anunciando, cada sábado, la liberación del Purgatorio de un alma que hubiese llevado en vida el escapulario.
  3. La Virgen (y el Niño) ofrece el Escapulario a las almas y a los fieles, en compañía de los ángeles.
  4. La Virgen saca un ánima del Purgatorio, que a veces se agarra impetuosamente al manto en su afán por escapar de las llamas.
  5. La Vid del Carmelo. En palabras de San Simón Stock, la Virgen es la Vitis florigera o “Vid floreciente” como el fuerte tallo de Jesé del que nació una flor brillante. La Virgen aparece al pie de una frondosa vid que florece en Cristo Crucificado y de cuyos sarmientos brotan los grandes hombres y mujeres de la familia carmelitana.
  6. Regina Decor Carmeli (Apoteosis de la Reina y Hermosura del Carmelo). La Virgen aparece entronizada en la gloria rodeada de Elías, Eliseo, los ‘primeros’ carmelitas, protegiendo bajo su manto a los santos y santas del Carmelo.
  7. La Fuente del Carmelo. Elías con Santa Teresa y San Juan de la Cruz rodean una fuente en compañía de los frailes y monjas del Carmen Descalzo.
  8. La Fuente de Elías. El profeta es el eje central de una fuente alegórica en torno a la cual le rinden homenaje los fundadores de las grandes Órdenes Religiosas, los Doctores de la Iglesia y los santos y santas del Carmelo. Desde el cielo, Cristo y su Madre nutren la fuente con la sangre del costado y la leche del seno.

En cualquier caso, el principal tema de la iconografía de Santa María del Monte Carmelo es aquel que apoya la doctrina de la Iglesia Católica acerca del valor de la oración para contribuir a la purificación de los difuntos en el Purgatorio. Esta creencia se basa en el Segundo Libro de los Macabeos que narra el llanto de Judas Macabeo por sus soldados fallecidos y su certeza al exponer que “es cosa santa rezar por los muertos, a fin de que sean libres de su culpa”.20 En este contexto, el éxito del Escapulario del Carmen se relaciona con las tesis del Concilio de Trento en 1563, en su decreto sobre la existencia del Purgatorio que había sido agriamente cuestionada por Martín Lutero y los protestantes.

Cuando llegan los días de preparación de los Santos y los Difuntos, la mirada se vuelve a esas láminas antiguas, sobre las cabeceras de las camas, en las que la Madre del Carmen intercede, poderosa, sobre las ansiosas ánimas del purgatorio para alcanzar el esperado Paraíso.

Será uno de los ejes fundamentales de la devoción carmelitana. Desde los siglos XIII y XIV, los laicos comienzan a pedir la participación en los bienes espirituales de la Orden del Carmen, conservando su condición de seglares, en medio del mundo. Aquí aparece de lleno el suceso fundamental desde la tradición de la Orden de la Entrega del Escapulario a San Simón Stock. Según esta tradición, san Simón Stock, en el siglo XIII, sobre el año 1251, habría tenido una visión de la Virgen que le entregaba el Escapulario con estas palabras: Ésta es una señal de salvación para ti y para tus hermanos: los que mueran vestidos con él se salvarán.

El lugar de la aparición se sitúa en Cambridge o en Aylesford, en la noche del 15 al 16 de julio del referido año de 1251. Aunque la forma de transmitir estos datos no se hiciera con la veracidad que hoy acostumbramos es tal fuerza de este suceso que pronto se convertirá en señal de la protección continua de la Virgen María sobre toda la Orden del Carmen. Aunque es común a muchas órdenes, en ninguna ha permanecido con tanta fuerza como en el Carmelo.

Las palabras de la Virgen en la entrega del escapulario anunciaban su intercesión en la hora de la muerte, así nace el Privilegio Sabatino. El origen parte también de una visión de la Virgen al papa Juan XXII donde le promete la salvación y liberación del purgatorio a todos los carmelitas el sábado después de su muerte. Y carmelitas son no sólo los que han hecho su profesión religiosa en el Carmelo, sino también los laicos que participan de los bienes de la Orden, los que visten su escapulario. Es decir, había que vestir el hábito, el escapulario (un tiempo fue antes la capa blanca), observar la castidad según el estado propio, recitar las horas canónicas, practicar el ayuno y abstenerse de carne el miércoles y el sábado.

hermandad-virgen-del-carmen-torre-del-mar-el-carmelo-02– La Bula Sabatina es el 3 de marzo de 1322. Las condiciones de este privilegio encajan muy bien con la espiritualidad carmelitana, donde hay que honrar a María con la castidad según el estado propio, recordando que somos hermanos de la Virgen Purísima. Los pontífices fueron aprobando y renovando esta bula en las centurias siguientes, poniendo de relieve el bien que hacía en el pueblo de Dios, como la bula Ex clementi del 12 de agosto de 1530. No pocas fueron las ocasiones en que desde diversos lugares surgían voces para que no predicasen los carmelitas este privilegio sabatino, confirmado y ratificado por fin el 20 de enero de 1613. Se permitía a los carmelitas predicar que los miembros de las cofradías puedan creer que, según el privilegio, la Virgen del Carmen los ayudaría con su intercesión y protección especialmente el sábado después de su muerte. En las representaciones artísticas se especifica que la Virgen no podía sacar ella misma las almas del purgatorio, sino por mediación de los ángeles.

Y nació esa ingente cantidad de representaciones artísticas sobre la intercesión del Carmen por los difuntos, los artistas como Tiépolo, Espinal, Cristóbal Ramos y tantos otros, han dejado magníficas muestras de la bondadosa protección de la Virgen del Monte Carmelo en la hora de la muerte, recordando el viejo lema del Escapulario: En la vida protejo, en la muerte ayudo y después de la muerte salvo.
hermandad-virgen-del-carmen-torre-del-mar-el-carmelo-03Este decreto fue insertado en el Índice de las Indulgencias bajo el pontificado de Inocencio XI, el 22 de marzo de 1678. Fue renovado bajo Pío X en el índice de 1908, y casi repetido por Pío XII, gran devoto del Carmen, en la carta apostólica Neminem profecto latet, del 11 de febrero de 1950: Ni la piadosísima Madre dejará de intervenir para que sus hijos detenidos en el purgatorio por sus faltas alcancen lo más pronto posible la patria celeste, por su intercesión, según el tan conocido privilegio sabatino transmitido por la tradición.

Fuente: Juan Antonio Sánchez López, doctor en Historia del Arte y profesor de la UMA y Carmelitas descalzos Andalucía. D. Juan Dobado Fernández.